miércoles, 15 de abril de 2015

Juan Carlos Ocaña: un soñador con música en el alma.



Si el camino más corto entre dos personas es la sonrisa, la confianza es el esclarecedor hábito probatorio que unen dos corazones. 

Esta entrevista ha sido una bendición. Las razones son simples: el lugar que nos acoge, el ambiente añejo de las instalaciones y, sin duda, la persona que me acompaña quien, por fin, después de unas cuantas entrevistas tropiezo con la fortuna y descubro alguien que me transmite que el verdadero espíritu de la Navidad debe de existir durante los seiscientos sesenta y cinco días de un ciclo anual. En varias de las entrevistas anteriores también lo he presentido pero con este personaje aún se ha acentuado de modo sobresaliente. El sentir de unas Navidades llenas de color, de luz, de esperanzas, amor e ilusión, como aquellas que tuve cuando niño, y todo, a pesar de la ausencia de demasiados seres queridos, es su esencia.

Marcado por una infancia ideal este joven licenciado en Delineación de Obras Públicas acaba ejerciendo su refrendada pasión: la Música. 

Director de la Orquesta Sinfónica de Algeciras: ciudad de la Bella Bahía gaditana - gaditana como provincia andaluza y española, no como provincia institucional, tal y como asevera sentir - es el agradecimiento personificado de una educación singular basada en la luz que la Navidad proyecta en su mirada y refleja en su blanca sonrisa; quizás por haber nacido cerca de un mes de diciembre o quizás por tener, en el seno familiar, tan arraigado el “Amor” que forma parte intrínseca de su, aún corta, existencia.

Sus inquietudes llaman la atención hasta tal punto de conseguir captar la atención de su familia: su gran tesoro, y la seductora curiosidad de los amantes del arte, la cultura y la música. 

Celoso de su vida privada se protege y salvaguarda una vida familiar triunfante llena de felicidad.

Medio andaluz, oriundo de Algeciras “mare” y medio Barcelonés, por aquello de haber vivido sus primeros años y parte de su juventud en la Capital Condal, su nacionalismo es auténtico e incuestionable, y, aunque se considera de cualquier lugar donde se siente a gusto, cobija en su interior, por encima de su orgullo andaluz y su sentir catalán, la bandera nacional. España: su país; un país rico en historia, en cultura, en pluralidad social que no merece los políticos que la están vilipendiando con permisividad al expolio cultural y social.

Luchador, vehemente y solidario nace para amar al arte mayúsculo de la cultura en su generalidad, para estudiar la historia, esculpir figuras de barro con sus desnudas manos quizás, algún “Ecce homo”, tenga sus huellas y singular firma para la posteridad; para atesorar humildes secretos digno de mecenas, para escudriñar innovadores proyectos culturales con los que acercar la música al oído de los ciudadanos de un milenario país; para producir el sonido que consigue arrancar de las entrañas de sus instrumentos y, sobre todo, de todos aquellos que, a la vez, dirige con fervor a golpe de batuta. 

Juan Carlos, respetado y diplomático, es el fiel instrumento del escorpión, ese alacrán que amanece en el horizonte de las estrellas cuando Orión se esconde huyendo de un aguijón envenenado de creatividad y melodías; amable y solidario, de corazón afable y comprometido con el más necesitado, Ocaña, es una representación del carácter humano por excelencia.

Comprometido a preservar y potenciar el legado histórico musical de nuestra tierra marinera y avocado a la música universal, en unos momentos sociales crispados en los que el liderazgo es un desafío, adquiere mayor fuerza y consigue firmar, gracias a su esfuerzo y el de muchos a lo largo de varios años, con el consistorio municipal de Algeciras el acuerdo definitivo para impulsar “La Ciudad de la Música ‘Paco de Lucía’”, espacio que cobra en la actualidad mayor relieve que nunca. 

Compositor, consciente y perseverante no busca el momento perfecto, sino que trabaja a diario para encontrarse con él desde su propia creación.

Considera que el esfuerzo es la virtud de los elegidos, que la constancia es la llave que abre el corazón del baúl de los secretos y que, cuando ya no esté en este mundo, seguirá vivo no solo en la memoria de quienes se queden recordándole por haber dejado huella indeleble en sus corazones, eso espera, sino en la esencia del aire que ahora respira, y que luego respiraran alrededor de los rincones en donde vivió, en los recovecos de las calles que le acogieron, en las playas y bosques donde disfrutó, en definitiva, seguirá vivo, ilusionado y, con su eterna sonrisa, fusionado con la energía universal - trasformado en otro estado de consciencia superior - y vigilante de quienes se queden aquí, en esta existencia conocida: la vida. 

Insatisfecho con sus pasos, quizás podría haber avanzado más - la imperfección humana es lo que tiene - no llega a quejarse sino a agradecer a diario y mirar, solo de vez en cuando y no muy lejos en su memoria, hacia atrás para alegrase de los pequeños escalones que le han llevado a donde hoy se encuentra. Y, por supuesto, desear que el camino que aún le queda por recorrer sea, como menos, más dichoso que el más alegre de sus recuerdos.




En la acogedora biblioteca del Hotel Reina Cristina, lugar ideal con estructura victoriana al estilo británico de finales del siglo XIX, tomamos un café que se nos enfría mientras respiramos el aire ancestral de las paredes que nos protegen. Como testigos mudos de la historia: las estanterías llenas de libros. Algunos de ellos centenarios. Y, en concreto, una primera edición del segundo libro de una colección escrita por su mismo autor. Una obra que me llamó la atención, solo al ver su lomo hace unas semanas, cuando establecí mi cuartel general del Campo de Gibraltar en esta, solariega y elegante estructura victoriana: un hotel con historia; un hotel concurrido desde la Realeza y la alta sociedad internacional a los antiguos espías Italianos y Germanos durante la I y la II Guerra Mundial. La obra mencionada es: “The World Crisis 1915” del político y líder de guerra Sir Winston Churchill; un libro centenario algo más joven que los inicios de la construcción del hotel que fue en la última década del Siglo XIX. Un libro de lomo azul de Prusia, con olor añejo, páginas delicadas y tacto suave que el paso de los años conserva con afecto. Con toda seguridad pasaría por las manos de una ilustre y actual huésped del antiguo cementerio algecireño: Emily Churchill, fallecida a los 94 años en la ciudad de Algeciras, en la víspera de Reyes del año 1934 y sepultada en esta ciudad al sur del sur de la Península Ibérica.


En una mezcla de sabores, aromas y gratas sonrisas, frente a una chimenea conversamos.

En breve su entrevista. 

Juanjo Sánchez © 
15 abril, 2015, Algeciras





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