domingo, 21 de febrero de 2016

Paloma Blanca - Poema XII -



Ambiente surrealista, escalinatas mohosas,
calles angostas, esquinas minúsculas,
edificios mordidos, caminos de cristales,
mercados abusivos, grandes y pequeñas urbes transitadas.


Lloviznaban perlas de ilusión;
cayeron, se deslizaron, se fundieron con sueños irresolutos,
sobre un suelo, rendido a las pisadas,
donde se cobijan los andares errantes de la humanidad.


Una voz, tono a tono,

palabra a palabra,
en silencio y con suavidad
desgañitaba una garganta, exclamando libertad.



***

Por las lineales y angostas calles
rezumó la esencia de la ausencia de un amor.
Por las amplias y sublimes avenidas
manaba la clave de una pasión: la liberación.

***


Entorno milagroso, Blanca Paloma
mensajera, anunciabas cambios;
nadie quiso enterarse, a nadie le importó
hasta que la luz brilló.


Viejas libretas tintadas de palabras
azul oscuro, libros violentos, historias crueles,
recuerdos del pasado, de sentimientos encontrados
en dos corazones curtidos, por el estacazo de la soledad.



***

Una voz, una nueva voz, en el tiempo
con tonos calientes,
incitada por un pequeño café humeante,
mezclado, mulato, humedecía una garganta y clamaba equidad.

***

Dos voces, se unieron; tío vivos y montañas rusas,
ruletas de la fortuna, noches amargas entre sábanas trasparentes,
alfileres de desesperanzas, agujas etéreas que recreaba dolores, que brindaban impotencia
sobre rieles enlutados por la inmoralidad.

Santos espíritus, hermanos fraternos;
llantos henchidos de lloros, de angustias
que se empiezan a derretir en el resguardo,
que se ofrecen dos corazones.


***

Lágrimas sin llantos, besos que muerden la saliva,
saliva que suspira con ansía
una cariñosa sonrisa que besar;
besos de liberación,... por amor.

***


Mi mirada quedó tendida,
rendida a la estela de la contemplación.
buscando el misterio,
el enigma en la mujer.


Su mirada quedó embelesada,
sumida en la huella de su pestañear,
de su observar triunfador,
de su canal de emoción.


Mis manos la rodearon,
las suyas me rozaron;
una cintura se estremeció,
un torso masculino se cubrió.


Sus parpados se entornaron,
mi mirada se perdió, sus ojos se abrieron,
un beso, con ojos cerrados, me dio
y un solo corazón, el de los dos, se estremeció.


Un poema brotó, como la arcilla que cobra vida en el torno,
como el libro añejo en el que con tinta indeleble se lee lo que antaño con sangre
se escribió, y se selló
con un beso nocturno, con mucho amor los labios de una flor.


La historia continuó,
entre brazos y caricias,
entre silencios y conversaciones, …
en una habitación.


Juanjo Sánchez © All rigths reserved
21 de febrero, 2016